Hace más de seis meses, un hombre, impulsado por su innata vocación de servicio, movía las cámaras por la obra de Kcho, otro paradigma del terruño, y, como las obras plásticas no suenan, se le ocurrió, como necesidad de estos tiempos de urgencia, (acaso también de cierta modorra anti-alerta) hacerlas gritar. Así, de paso, los micrófonos se sumarían al clamor por el mejoramiento humano.
Fueron convocados entonces los raperos, (manifestación presente del clamor inconforme). El resultado fue tan inesperado, sorpresivo e impactante, que un ángel salvador puso al oído de Roberto Chile, la misión y la propuesta de intentar una sinfonía plástica, en la que músicos, pintores, escultores y fotógrafos unieran sus armas, en la batalla común de hacer al ser humano un digno habitante de esta maravilloso planeta. Chile aceptó el divino mandato, con la certeza de que, a partir de entonces, sus horas de sueño, su tiempo y acaso su sosiego, sufrirían el embate del llamado de las musas.
Cuando lo espiritual intenta manifestarse en todo su poder y su esplendor, encarnarse en lo imperfecto, siempre ha de doler, para hacernos crecer y estirarnos, y purificarnos en su celeste fuego. Hagan los dioses y las musas lo suyo, que nosotros pondremos lo nuestro, - el sacrificio, el insomnio, la duda, el dolor y el sufrimiento – Así, Musas y Artistas hicieron su trabajo, desde el infinito apareció Martí para apoyar la empresa, y Lennon, Charles Chaplin, El Ché, Benny Moré, hasta Einstein se sumó. Martí puso el espacio, el Memorial, y permitió que la obra le fuese dedicada, al estar lista en su 155 cumpleaños. Siento que si Chile dirigió el empeño acá en la tierra, igual hizo Martí desde su altura.
Sin cálculos ni preferencias, como ocurre en toda obra realmente grande, o espiritual, que es lo mismo, fueron apareciendo los apóstoles uno a uno, sin reservas, hasta llegar al número sagrado. Uno de ellos – Frémez - , recién incorporado al infinito, pidió permiso para estar presente.
El 29 de enero a las 7 de la tarde, cuando el día se abraza con la noche, el pequeño Big-Bang quiso expresar su potencia, y lo hizo así, sencillamente, sin bombos ni platillos, ni fuegos artificiales, desde la entraña misma del alma de este pueblo universal manifestó su esencia, empezando por lo femenino, como es justo y natural.
Frémez vino a poner a la mujer en su lugar, en equipo con Fabelo, lo misterioso del alma femenina, Miss Liberty callada y torturada. Las infinitas maneras con que clama por un mundo más justo, más tierno y más humano. Que el poder del imperio y las tinieblas niega y mata.
Kcho, a continuación, pone la mano masculina, el ímpetu. La vocación de ayudar y de servir, el pueblo, ese pueblo nuestro y universal que clama igual, de mil maneras, por su definitiva redención.
Javier Guerra, allá en lo alto, puso al Ché, hombre apóstol, hombre dios, que aceptó el reto de poner en la tierra lo divino.
José Villa, artista obrero, pues, ¿Qué es sino el escultor? Con sus piedras, su acero, su martillo y sus luces, sino un obrero de la belleza, que saca de su sudor y de su asombro, la potencia deslumbradora del acero y de la piedra, manifestada en la obra bella.
Alain Pino nos trajo un visitante inesperado, un buzo o nadador enajenado que mira hacia la altura, para recordarnos, con brío, valor e inteligencia, que también son parte de este mundo la locura, la indeterminación y la violencia, y que también claman por el bálsamo milagroso de lo bello, por la llamada del espíritu. Jesús, nos dijo una vez, que vino a llamar al pecador.
William Pérez trajo a Einstein, a la técnica, acusada injustamente de robotizar al ser humano. Que no es culpa de la ciencia el que los habitantes pensantes del planeta, descontentos de sí mismos, y del entorno loco que han creado, hayan creído con error que exista en la tierra cosa más armónica que ellos mismos y peor aún que se les hayan subordinado.
Fuster, ese hombre especial, puso al amor en la palestra, al amor como es, sencillo, espontáneo, simple y natural. (No hay que decir es esta la máxima fuerza salvadora.) Con erotismo incluido, sin ambages, ni elucubraciones, ni dobleces, ni intereses, banco vital en el que todos debiéramos sentarnos.
El Choco trajo a la Naturaleza y sus misterios, al espíritu divino que la nutre y que sólo el pueblo, el sencillo, el sufrido, el excluido, sea negro o indio, chino o blanco, ha intuido su valor y ha sabido venerarla como merece.
Jorge Luís Santos nos recordó el horror, la guerra, el crimen, la violencia, el desgarramiento, el terror. Que traen consigo los imperios, el fascismo y el dominio. Como imprescindible motivación de lucha y resistencia. Como llamado urgente a estar alertas y dispuestos.
Jesús Lara trajo al negro, a las razas con sus sueños, sus expectativas y desvelos. Trajo el temor al crimen de hacer desaparecer al bosque, a su energía, su fuerza y su magia, que sería como asesinar la vida. Igual que asesinar a cualquiera de las razas, sería como mutilación horrible de lo humano.
De Fabelo que decir, del impredecible, del mago, del simple y el complejo, del armónico contradictorio. Nos trajo esta vez a Cuba, a las raíces, a la gran generadora, al amor, a Suyú como símbolo mujer, al terruño, a la alegría, la fantasía de vivir, de construir mundos nuevos, al grano que se proyecta al universo, al optimismo.
Dausell Valdés, que completa el número mágico, nos trajo a Chaplin, cimera fórmula de la transformación por el arte, el amor y la nostalgia. La ternura infinita que sólo en lo infantil se manifiesta. Lo común que tenemos los humanos.
Y Chile. ¿Qué puso Chile? Aparte de su alma, sus desvelos y el ansia de mejorar al mundo. Puso la síntesis explosiva, puso su homenaje a los artistas, al arte y a las musas. Sintetizado en una realización sonora, parlante y actuante, expresada en su mundo de cámaras, micrófonos, videos y receptores.
El artista técnico, el obrero del amor y la ternura, de la renovación y el desafío, supo unir concepto y arte, realidad y fantasía, cielo y tierra, en un llamado casi desgarrante a hacer del arte lo que quiso Martí "una divina acumulación del alma humana en la que los hombres de todas las edades se reconocen y confortan".
Chile y sus apóstoles escogieron a Martí y supieron honrarlo, Martí aceptó la ofrenda.
Pocas veces se sale de una exposición con el alma alumbrada, con el deseo de ser mejor, con el corazón retumbando de pureza, cuando se siente con intensidad se crece y Chile supo hacernos sentir y crecer.
Todos salimos esa noche de la Plaza con las puntas de las alas clavadas en el pecho.