Por: PEDRO DE LA HOZ
En el santuario martiano por excelencia, la base del monumento al Apóstol en la Plaza de la Revolución, acaba de instalarse una propuesta artística en apariencias desacralizadora y sin embargo orientada hacia una nueva liturgia: el culto a la estética del video clip, solo que en este caso, en lugar de privilegiar la promoción de una obra musical, apuesta al enaltecimiento de las artes visuales.
El público recorre la galería de los artistas que motivaron las realizaciones audiovisuales de Roberto Chile.
Alas con puntas reúne, en efecto, doce obras de igual número de artistas cubanos contemporáneos, bajo el denominador común de formar parte de las afinidades electivas del cineasta Roberto Chile, y de ser sujetos de sus singulares realizaciones.
Ya desde los 90, Chile comenzó a tejer una serie integrada por minifilmes —mucho más que meras menciones promocionales— que en la Televisión Cubana, en los cambios de programas, dieron cuenta de la iconografía de varios artistas domésticos.
En esta oportunidad, la concepción audiovisual es mucho más consistente, a partir de obras de Frémez, Kcho, Javier Guerra, José Villa, Alain Pino, William Pérez, Eduardo (Choco) Roca, Jesús Lara, José Fúster, Jorge Luis Santos, Roberto Fabelo y Dausell Valdés, expuestas en el mismo espacio, con un criterio museográfico atendible.
Decididamente, Chile sitúa las márgenes de la representación en el territorio que le es propio. Cada pieza sería solamente un testimonio individual de excelencias, medianías, tanteos y caídas —no hay por qué rendirse a una jerarquía igualitaria inexistente entre portadores de diversos lenguajes pero también de diferentes calidades—, si no fuera porque el cineasta impregna los videos correspondientes de una penetrante subjetividad derivada de la madurez con que ha sabido conciliar las coordenadas entre el arte pictórico, escultural e instalativo y su reflejo cinético.
Cuando en un momento de esta nota destaqué la cercanía del quehacer de Chile al video clip, no creo haber forzado esa analogía. El montaje vivo, la fragmentación sugerente, la síntesis dramatúrgica, la elipsis asociativa y la utilización creativa de la banda sonora nos remiten a la sintaxis del clip musical, aunque, desde luego, no a sus objetivos. A Chile no parece interesarle "vender" la imagen del artista, sino comprometer su percepción del proceso y los resultados artísticos.
Lo curioso es que ha sabido hallar variaciones tonales en su proceder audiovisual. Compárese el predominio del lenguaje documental en el corto dedicado a Kcho y su performance-instalación de ladrillos en la Plaza Vieja de la capital, con la trepidante eclosión de imágenes que articula la impronta gráfica de Frémez.
Esperemos que Alas con puntas no quede en el recinto de la Plaza. Este no debe ser más que un punto de partida para el vuelo que las imágenes puedan emprender en la Televisión Cubana y en las salas de video del país.