Repercusión
  Chile, sin fórmulas ni límites
 

Por Isabel Pérez y Deborah de la Paz

Un sui generis grupo de artistas tributó homenaje a José Martí en el Memorial que lleva su nombre: doce de ellos indudables representantes de lo más contemporáneo de la plástica de nuestro país, el doce más uno (o trece, para aquellos poco supersticiosos) fue Roberto Chile, quien siguiendo su instinto devino instalacionista, desde su condición de creador audiovisual. Días después abordamos a Chile para una entrevista…

¿Cómo un realizador de su experiencia y responsabilidad con los grandes eventos sociales y políticos de nuestro país deviene también realizador de arte?

Precisamente por haber tenido durante muchos años la responsabilidad de registrar y reportar importantes momentos de la vida de nuestro país, y, por las mismas razones, haber sido testigo de ellos, es que surgió en mí esa motivación por el arte, por la cultura, y cada vez que mis deberes cotidianos me lo han permitido, he llevado a la par ambas líneas de trabajo con el mismo entusiasmo y rigor. Es que no hago distinciones entre un documental y lo que pudiera definirse como un producto audiovisual más sencillo o modesto. Eso sí, es imprescindible tener algo que comunicar, sentirte parte del tiempo que te ha tocado vivir. Y cuando hablo de comunicación no es desde mi ego, o porque crea que tengo mucho que decir, pues sé que en el mundo circundante mucha gente está en el mismo punto y a menudo coinciden las ideas.
Alas con puntas es un proyecto que no podemos definir o concretar todavía; lo que está claro es que nos resistimos a que sea una exposición pasajera, efímera. Pretendemos que se renueve, que «habite», que sobreviva al paso del tiempo. Viene a ser la continuación de un quehacer que emprendimos hace algún tiempo, un conjunto de aproximadamente cuarenta cortos, a los que después llamamos serie Arte Cubano, que son la génesis, el antecedente, pero ahora, con la mirada puesta en un punto más lejano del horizonte, con pretensiones más abarcadoras.
Lo cierto es que ya rebasamos esa etapa y hemos adecuado el lenguaje al momento actual. Cada artista tiene una personalidad propia, un estilo, una obra, que es expresión muchas veces de su estado de ánimo, de su temperamento, y es eso lo que intentamos presentarle al público de una manera atrevida, no a modo de catálogo. Para ello revelamos momentos del proceso creativo, esa manera que tiene cada creador de enfrentarse a su obra, acercarnos al estilo de cada uno, a sus particularidades, a veces poniéndole un poco de imaginación, otras, desde un punto de vista más realista. Algunos videos son divertidos, como el de Fabelo, quien aparece cantando; o el de Kcho, donde Alexei, líder de Obsesión, «relata» en rap uno de sus memorables performances. Otros tienen un corte más dramático, como el de Santos, que es un NO a la Guerra, o el de Frémez, que nos recuerda el concepto y expresión del «artista comprometido». Quisimos reunificarlo todo, hacer coincidir en un mismo sitio las piezas audiovisuales y una obra de cada uno de los artistas seleccionados para la ocasión, y convertir la exposición en un espectáculo cultural para así rendir tributo a Martí: Y lo hicimos en el memorial que lleva su nombre el pasado 29 de enero.

Otra cuestión que nos interesa, por lo particular, es la selección de artistas. En este caso podemos constatar una amplia variedad de estéticas, generaciones, puntos de vista y modos de abordar la realidad. Hay obras muy críticas, otras no tanto. Algunos de los creadores son muy conocidos, otros muy poco ¿Cómo se plantea Roberto Chile la selección de artistas con la que trabaja?

Todos los días descubrimos algo nuevo, y como resultado de estos continuos «descubrimientos» aparecen las ideas, y de ahí la variedad de los productos audiovisuales que componen Alas con puntas: fíjate que cada uno tiene un discurso narrativo diferente, en coincidencia con el espíritu de cada artista, con el sentido de su obra. Buscamos variedad, versatilidad, que no sean los de siempre, ni los de nunca, pues no me interesa que me tilden de «descubridor», pero tampoco de elitista. No hay un criterio generacional, ni tan siquiera afectivo; el azar, las coincidencias, la vida misma, son la clave. La curaduría es consecuencia de la casualidad, de las vivencias cotidianas, de la inspiración.
Con artistas a quienes admiro, y con quienes me encantaría trabajar, sucedió que no encontramos el camino; sencillamente la idea «no salió», no vino la musa. Esos quedaron para una próxima oportunidad: por eso te digo que la selección no responde a un sentimiento puramente afectivo, a una vocación o una preferencia artística. Cuando menos te lo imaginas aparecen la musa, la inspiración, y con ella el argumento, la manera de enfrentar la obra audiovisual. Cuando eso ocurre, lo que le sigue es ponerse a trabajar.

Y hablando de género, ¿cómo defines este último trabajo?

Ni videoarte ni video clip. Sencilla y llanamente, una manera de «mostrar» al artista, registrar su obra, indagar en su proceso creativo, utilizando un lenguaje acorde con lo que se quiere decir. Algunos tienen de videoarte, otros de video clip, hay los que se inclinan hacia un lenguaje documental más realista, pero en sentido general los puntos de vista se fusionan; en fin, no nos encasillamos ni trabajamos a partir de fórmulas preelaboradas. No creo que estemos inventando un género ni nada por el estilo, pretendemos transmitir cubanía, hacer «arte», compartir con el público sensaciones, sentimientos: una forma de hacer, de elevar un mensaje de amor y de paz.

Generalmente este tipo de trabajo tiene otro destino, pero en esta oportunidad no solo se incorporó un propósito expositivo con piezas de los artistas que enfocan los cortos, sino que usted como realizador también mostró su propia obra «instalativa» ¿Cómo surge esta iniciativa?

Los cortos estaban dedicados a doce artistas, pero efectivamente, la exposición anunciaba trece nombres. Yo era el número trece; un número trágico, ¿no? Y en esta ocasión no quise mostrar los videos en una pantalla común y corriente, eso ya lo habíamos hecho otras veces, y repetirse es casi morirse. Sin saber exactamente para qué, comenzamos a reunir más de veinte televisores, al final llegamos a veintiocho. Te confieso que cuando los tuve todos juntos frente a mi sentí un poquito de miedo, y eso me hizo pensar que estaba en el justo momento de hacer algo interesante. No se trataba de copiar a Nam June Paik, ni a nadie que se le parezca, sino mostrar nuestros videos de una manera diferente, y entonces se me ocurrió construir una escultura de televisores, una pirámide de pantallas, y la titulé Para verte mejor. Cada equipo se veía de una manera distinta, los había de distintas medidas y marcas, había incluso un Caribe, y otro de antaño que ni encendía. Cuando estábamos armando la instalación hubo cierta expectativa, hasta gente preocupada por lo que estábamos haciendo, pero después todos comprendieron de qué se trataba. Claro, hubo de todo, hasta críticas, pero en sentido general creo que tuvimos éxito. Fue una manera de nivelar o equilibrar la exhibición de los cortos –que en fin de cuentas eran el pretexto de la exposición, es decir, el criterio curatorial– con la extraordinaria calidad de las obras de los artistas que participaron en la muestra: Frémez, Kcho, Javier Guerra, José Villa, Alain Pino, William Pérez, Choco, Fúster, Jorge Luis Santos, Jesús Lara, Fabelo y Dausell Valdés.

Me sigue resultando un enigma esta manera de conjugar sus responsabilidades como realizador en el Consejo de Estado con el compromiso que también supone el trabajo con los creadores plásticos. ¿Se contaminan estos ámbitos? ¿Comparten un mismo equipo de trabajo?

Te reitero que se trata de una conducta: no le pongo límites a la creación. Le doy tanta importancia a un tipo de trabajo como al otro, porque cada uno de ellos, en su justa dimensión, me identifica, respalda mi ideología, mi manera de ser, de pensar, de concebir el mundo. Estos trabajos son mi modo de hacer poesía, es como el escritor que hace un ensayo o una novela, pero que también hace poesía; no creo que un novelista o un ensayista que además escriba poemas subvalore su poesía, o que les dé más importancia a sus artículos que a sus piezas poéticas. Lo que sí te puedo asegurar es que ni en los inconquistables caminos del arte, ni en ningún otro, saldrá de mí algo que no sea sincero, algo en lo que no crea. Es solo una manera de hacer lo que considero necesario, oportuno, en el momento y lugar en que me ha tocado vivir. Como bien sabemos, la realización es una labor colectiva, a veces te llevas más méritos de los que realmente mereces. No solamente los artistas y los músicos, sino también muchas otras personas, colaboraron y colaboran con este proyecto, un equipo de trabajo dedicado, comprometido y convencido de que lo que estamos haciendo es válido, aunque nos consuma una parte importante de nuestro tiempo «libre». Salvador Combarro, el editor, mi entrañable compañero y amigo, pieza clave, fundamental en todo momento; Reynier Aquino en la animación, responsable de los efectos visuales; el joven Alain Fleitas en las labores de informática; ocasionalmente, los experimentados Ramón Berdayes en las luces e Igor Antigua en los efectos especiales. Y como siempre, mis compañeros de equipo, el ingeniero Leonardo Diago; y Juan Matos y Agustín Guevara en las disímiles labores de producción. Con algunos de ellos comparto las tareas diarias en el Consejo de Estado, institución esta que facilitó la mayor parte del soporte tecnológico necesario para materializar nuestras ideas.

Los artistas, ¿cómo lo han tomado?

Con seriedad y entusiasmo, lo que ha convertido al proyecto en un reto mayor. Ninguno ha escatimado tiempo ni se ha resistido a la propuesta. Por otra parte, los músicos aportaron desinteresadamente sus temas. Ha sido una suerte poder contar con artistas de la talla de Frank Fernández, Pancho Amat, Kelvis Ochoa, entre otros. En fin, ha sido una labor colectiva. Los videos ya están en la televisión, esperamos que tengan aceptación. Pero pueden estar seguros que la exposición en el Memorial José Martí fue un acontecimiento. Esa noche recibí una de las mayores satisfacciones en mis más de doce años de colaboración con esa institución. Fue una noche inolvidable, de verdad: un sincero homenaje a Martí, a la Revolución, al arte cubano contemporáneo (o al arte simplemente sin ningún adjetivo), a nuestro pueblo, del que formamos parte todos. No hemos escatimado esfuerzos ni calculado ganancias de índole material. Nos mueve esencialmente el convencimiento de que lo que hacemos vale la pena por infinidad de razones, la principal, porque promovemos el arte cubano, porque contribuimos con la cultura de nuestro país, porque crecemos.

¿Está generando nuevos proyectos esta buena acogida?

Estamos concibiendo una nueva edición de Alas con puntas. Nos invaden nuevas ideas, y ya podemos hablar de nombres: Luis Camejo, Rubén Rodríguez, Alicia Leal, Nelson Domínguez, Cirenaica Moreira, Ernesto García Peña y otros; también de los músicos que van a ejecutar las bandas sonoras, originales en todos los casos: Carlos Varela, César López, Edesio Alejandro, y nuevamente el maestro Frank Fernández, Cristian Alejandro y Mónica O´Reilly. Incluso contamos con otros profesionales del medio que se unirán a nuestro equipo en pro de una mejor factura. Y por supuesto, nos asaltan las dudas de cómo hacer las cosas. No se trata de ser esnobistas, pero no vamos a dormir tranquilos hasta lograr algo que convenza, que llegue a los demás, que se salga de lo manido. Me viene a la mente mi admirado amigo Korda, quien repetía hasta el cansancio aquella frase célebre de El principito de Antoine de Saint Exupéry: «lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve con el corazón». Y de eso se trata: de mirar, de ver con el corazón.